lunes, 16 de febrero de 2015

FRANCISCO NO QUIERE FACCIONES ECLESIALES EN LA CURIA

           
 
              Así de claro y determinado se muestra el Papa Francisco para sacar del gobierno de la Iglesia a representantes de diversas facciones eclesiales (especialmente de movimientos laicos conservadores) que se habían instalado  en diversos puestos del gobierno de la Iglesia en Roma, pues estos grupos suelen usar de sus influencias para sí mismos en vez de favorecer a la Iglesia en general.
                Por consiguiente, ante esta pasada experiencia, el Papa Francisco, dentro de la reforma que pretende imprimir a la Curia romana para adaptarla a los nuevos tiempos de su pontificado y de la Iglesia en el mundo, se ha planteado dejar al margen del gobierno de la Iglesia a determinados grupos eclesiales, entre los que cabría destacar: al Opus Dei, Comunión y Liberación, Focolares y Kikos, que durante el largo pontificado de Juan Pablo II –y aún en el corto de Benedicto XVI- se fueron incorporando en puestos de relieve e influencia de la Curia romana, con lo que ello supone de lucha de poder e influencia en el gobierno eclesial entre facciones de la Iglesia, algo que para el Papa Francisco y para el nuevo gobierno de la Iglesia se considera más pernicioso que beneficioso, en tanto que de esa forma se pierde la visión de unidad y conjunto de la misma Iglesia.
                Casualmente estos grupos eclesiales de raíz laical y conservadora son los que más han crecido y cogido fuerza en el seno de la Iglesia durante los anteriores pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
                En este punto, parece que el Papa Francisco está decidido a hacer una Curia más gobernable, más universal de la Iglesia y más abierta a todo el orbe católico, conforme a su nuevo estilo pastoral y eclesial que vuelve a enraizar con la eclesiología del Vaticano II. Naturalmente, en esta labor el Papa estará constatando las resistencias internas de los sectores más conservadores de la Iglesia que se resisten a entrar en comunión con el pontífice, pero sobre todo a perder privilegios e influencia que Francisco no está dispuesto a mantener, en su idea de simplificar y abrir la Iglesia al mundo en una praxis más sencilla, austera y directa.
                Todo lo cual hace presagiar que la reforma, de la Curia que el Papa Francisco está acometiendo, pueda retrasarse ante las dificultades de tal empresa y las resistencias con las que se está encontrando, pero también parece segura la determinación del Papa a llevar a cabo la misma.
                En cualquier caso, sería muy deseable que esos sectores eclesiales que se resisten acaben obedeciendo al Papa (algo que tanto han afirmado cuando se trataba de cuestiones que les satisfacían), y en humildad “se nieguen a sí mismos” (si quieren seguir a Cristo), o sea dejen sus personalismos, sus corporativismos exclusivos y exclusivistas, sus capillas y facciones, de forma que en el Espíritu de Cristo sean uno con el conjunto de la Iglesia con Pedro como Roca que la sustente. Para que con ello se cumplan las palabras de Cristo que todos seamos Uno en El, y ello favorezca la evangelización y conversión del mundo.

                Al tiempo que no estaría de más que se revisara tal multitud y dispersión de carismas, so pretexto de los cuales, se han generado grupos particulares en la Iglesia que dificultan la visión y comprensión de la unidad católica (sin que por ello se haya de confundir: unidad con uniformidad), pero tampoco la atomización sectaria de tantos grupos diversos y dispersos, en los que no siempre resulta fácil ver la comunión de los hermanos en Cristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario